Sin esperar

Era mi última noche en aquel lugar, tenía algo de nostalgia y las estrellas brillaban como nunca. Sentada frente a la playa me pregunté por qué todo pasó tan rápido. Mi última pareja me había dejado hace un año, bajo ese mismo árbol, el día de nuestra boda.

Sentí desfallecer en ese instante, si algún día sentí que me dolía el alma ese fue el día. Nosupe que decir y si soy sincera no quería decir nada, yo no era la que tenía que hablar, era él. Samuel me pidió perdón y me dijo que podía fingir un tiempo frente a todos si eso me hacía sentir mejor. Además, me dijo que fue precisamente cuando me vio en el altar vestida de blanco, cuando se dio cuenta de que yo no era la indicada ni el amor de su vida. Cada palabra que salía de su boca me parecía un infierno, pero por más que quise callarlo no lo hice.Samuel estaba siendo honesto y ante eso yo no podía hacer nada sino aceptar la verdad. Aún así estaba llena de rabia ¿Después de tantos años y se tenía que dar cuenta de eso justo el día de la boda? Era algo absurdo y sin sentido y estaba más que segura que era la única persona sobre el planeta tierra a la que le podría pasar algo así.

Después de hablar por horas, algunas interrupciones, lágrimas y muchas preguntas nos dio el amanecer en aquel árbol. Samuel se sentía muy mal, yo por mi parte me sentía vacía. Le dije que se fuera y que dijera que ya nos íbamos a la luna de miel, le di un beso en la frente y le dije que lo amaba con el alma. Esa fue la última vez que lo volví a ver, el divorcio fue sólo por medio de abogados y ninguna comunicación directa con él fue necesaria. Hoy un año después, bajo el mismo árbol mirando la luna reflejarse en el mar y escuchando las olas, ya no me hago tantas preguntas, ni me siento tan vacía. Veo las estrellas y a lo lejos extrañamente veo un hombre que se acerca, es Samuel.

Ese día fue hermoso, estaba tan feliz que no me importaban ni los invitados, ni los anillos, ni la música, ni el banquete. Supuse que eso se debía sentir cuando estás llena de felicidad y ningún otro sentimiento cabe en ti. Todos me decían lo afortunada que era, llevaba ya tres años viviendo con Samuel y queríamos tener una familia. Sin embargo, el día de mi boda todo cambió y no, no me humilló enfrente de toda la multitud esperando la gran respuesta:"sí, acepto". Lo hizo después de la boda y nunca supe diferenciar ese acto entre valiente o cobarde. 

Eran las once de la noche cuando Samuel se acercó y me dijo: "-Ven Gabriela, tengo que decirte algo-" . En mi cabeza pensaba que era algo relacionado con la fiesta o nuestra luna de miel, pero no, lastimosamente no fue así. Samuel me tomo de la mano y me dijo que camináramos un rato por la playa, me pareció tan romántico que en esos momentos me provocaba detener el tiempo, capturarlo por un momento y que no hubiera más sino la playa Samuel y yo. De repente, un silencio incómodo inundo el momento y Samuel se sentó conmigo debajo del árbol, me miró a los ojos como nunca antes lo había hecho y me dijo que ya no me amaba.

Sentí desfallecer en ese instante, si algún día sentí que me dolía el alma ese fue el día. Nosupe que decir y si soy sincera no quería decir nada, yo no era la que tenía que hablar, era él. Samuel me pidió perdón y me dijo que podía fingir un tiempo frente a todos si eso me hacía sentir mejor. Además, me dijo que fue precisamente cuando me vio en el altar vestida de blanco, cuando se dio cuenta de que yo no era la indicada ni el amor de su vida. Cada palabra que salía de su boca me parecía un infierno, pero por más que quise callarlo no lo hice.Samuel estaba siendo honesto y ante eso yo no podía hacer nada sino aceptar la verdad. Aún así estaba llena de rabia ¿Después de tantos años y se tenía que dar cuenta de eso justo el día de la boda? Era algo absurdo y sin sentido y estaba más que segura que era la única persona sobre el planeta tierra a la que le podría pasar algo así.

Después de hablar por horas, algunas interrupciones, lágrimas y muchas preguntas nos dio el amanecer en aquel árbol. Samuel se sentía muy mal, yo por mi parte me sentía vacía. Le dije que se fuera y que dijera que ya nos íbamos a la luna de miel, le di un beso en la frente y le dije que lo amaba con el alma. Esa fue la última vez que lo volví a ver, el divorcio fue sólo por medio de abogados y ninguna comunicación directa con él fue necesaria. Hoy un año después, bajo el mismo árbol mirando la luna reflejarse en el mar y escuchando las olas, ya no me hago tantas preguntas, ni me siento tan vacía. Veo las estrellas y a lo lejos extrañamente veo un hombre que se acerca, es Samuel.

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