Cecilia

Son las dos de la tarde, el bar está lleno y ella acaba de empezar turno. "-¿Esta gente no tiene nada qué hacer?-". "-Mesa cuatro y mesa ocho Ceci ¿los atiendes porfa? Se nos lleno esto en un segundo-dijo con voz algo agitada y de preocupación su compañera Adriana". "-Es ese maldito partido otra vez, para saber que ganen o pierdan esto es sólo una excusa para beber-, dijo Cecilia intentando reírle al cliente que ya estaba a punto de atender".

Cecilia no sabía como había terminado allí, toda una experta en literatura clásica y moderna con maestría en escritura creativa, en un bar sirviendo un par de cervezas a dos extraños. Se sentía estancada, pero sobre todo impotente, ya que llevaba un año enviando hojas de vida y siempre quedaban en llamarla o simplemente le decían que estaba sobre cualificada para algunos puestos. Al terminar el turno decidió cambiarse y tomar una cerveza, al final iba a ser gratis, era una de las ventajas de trabajar en el bar. Mientras jugaba con la boca de la botella uno de los clientes de la mesa cuatro se le acerco, ella en su impulso le dijo que ya no estaba trabajando, ya había acabado su turno que por favor no la molestara. Daniel se dio la vuelta y cuando iba a dar el paso adelante se arrepintió y volvió a la mesa de Cecilia. "- Que pena si te molesto, sólo quería saber si quieres compartir la siguiente botella conmigo-". Cecilia lo miró extrañada y con una pequeña sonrisa le dijo que estaba bien, con la única condición de que no le fuera a pedir una cerveza para "niñas".

Daniel empezó como buen conquistador a buscar temas de conversación y entre sus apuntes le dijo a Cecilia que debía ser una amante de su trabajo si después de terminar turno seguía queriendo estar ahí. Ella enrolló sus ojos y exhaló con fuerza, la verdad no quería hablar del tema, sin embargo este ahora no tan extraño le lanzaba semejante frase. Él se sintió como un total imbécil, le estaba amargando más la noche a esta mujer en vez de ser el chico galán que le cambiaba la noche, pero ya que a Ceci no le quedo de otra que decir que era algo temporal y que, pues, la cerveza gratis era una buena recompensa después de un largo día de trabajo. En ese momento Daniel se dio cuenta como el brillo en los ojos miel de Ceci desaparecía, como su alma se arrugó en un instante y como la amargura se apoderó de la mesa, de las sillas, del ambiente, de todo.

Cecilia terminó la cerveza, le dio las gracias a Daniel y le dijo que ya era hora de ir a casa. Mientras Ceci caminaba hacia el anden Daniel en voz alta y fuerte le preguntó: "-¿qué esperas para renunciar?-" Cecilia algo desconcertada le dijo que no sabía de qué hablaba, no era tan fácil como se veía. ¿Quién iba a pagar las facturas? ¿Cómo iba a pagar la comida? En fin, cómo se iba a mantener sin un empleo estable. Cecilia empezó a caminar más rápido asegurando que su carro llegaría en menos de 4 minutos al lugar según su aplicación. Daniel insistía, le preguntaba que si acaso era una cobarde y Cecilia, en cambio, con un tono de rabia y desconcierto, le contestaba que él no era su padre como para preocuparse por lo que hiciera o dejara de hacer con su vida.

Tal como lo indicó la aplicación el carro no demoró mucho en llegar y justo cuando Cecilia iba a abrir la puerta Daniel la alzó en sus brazos y le dijo al conductor que fresco, él se encargaba de ella esta noche. "-Mil disculpas hombre, ¿le debemos algo? Usted sabe como son las mujeres cuando se ponen de mal genio- dijo Daniel, tratando de contener a Cecilia" Ella daba patadas y estaba a punto de pegarle con la cartera. "-Tranquilo joven, yo lo entiendo- dijo el conductor entre risas". Para la sorpresa de Cecilia, Daniel tenía bastante fuerza y cuando por fin la dejo tocar el suelo ella sólo quería gritarle hasta de qué se iba morir. Él la besó y le dijo que la invitaba a otro bar muy cerca de ahí, uno en el que siempre había música en vivo. Ella se sentía perdida, la noche iba muy extraña para su gusto. ¿Quién se creía él para desordenar su rutina de esa manera? Finalmente, ella aceptó y al llegar al lugar, quedó gratamente sorprendida con un lugar tan acogedor, cojines alrededor, mesas con velas de aromas agradables y buena música en vivo.

La noche por fin tenía un rumbo normal, Daniel salió por un cigarrillo y Cecilia se quedó disfrutando de la música un rato, de repente ella mira el reloj y se da cuenta de que Daniel llevaba media hora afuera sin volver. Efectivamente, Daniel se había ido sin despedirse, Ceci no se hallaba, tenía demasiada rabia y a la vez demasiadas preguntas, pero en fin ya no había quién se las pudiera contestar y no había con quién refunfuñar. Cecilia salió del bar, esta vez la del cigarrillo era ella y en su celular un mensaje de su jefe, al parecer la mesa cuatro se había ido sin pagar y no sólo eso un cliente en específico dio como razón, para no pagar, el pésimo servicio de la mesera aquella tarde. "Ni te molestes en venir mañana, ya te he pasado un montón las llegadas tarde y la falta de interés Cecilia".Por un instante, las cervezas dejaron de tener efecto y el frío de la noche se sintió pesado, su rostro cambió por completo y la sensación en su cuerpo se convirtió en el sentimiento menos pensado, Cecilia se sentía libre.


Comentarios

  1. Es un gran cuento. Logra atrapar, suspender en el aire a la espera de algo que no se sabe muy bien qué es, pero es algo... un golpe seco, un muy bien logrado final.

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    1. Gracias Chejo, por leerme y por tu comentario :).

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