Aprender a perder

De niños a algunos se nos facilitaba, a unos más que a otros, el hecho de perder ya fuera en un juego o incluso con algunas notas del colegio. Por mi parte, creo que me criaron de una manera en la que perder no era bien visto y seamos sinceros nunca he sido un buen perdedor.

En fin, hoy a mis 35 años encuentro el porqué de mi divorcio termina siendo un momento tan devastador para mí. No me malinterpreten no creo que divorciarse sea sinónimo de perder, al contrario se puede ganar mucho al aprender del mismo, sin embargo, termina siendo devastador para mí porque he perdido casi toda mi vida en este proceso. ¿A qué me refiero con mi vida? Yo, Fernando Macías, puedo decir que mi vida se resumía en: familia, amigos, rutinas, trabajo y pareja. Carajo, ¿por qué nadie nos advierte que al crecer vamos a perder esto y más? 

Estoy casi seguro que al nacer nos deberían dar un manual de instrucciones y una página que diga grande: ADVERTENCIA, crecer viene con efectos adversos. No digo que todo deba ser perfecto, porque que aburrición, pero seamos sinceros porque cuando las cosas van bien terminan yendo de picada y cuando están mal también ¿ah? No hay punto medio, ¿verdad? 

Si usted el que está leyendo esta página cree que perdí todo porque seguramente era un patán asqueroso y la peor persona del mundo, pues déjeme decirle que ojalá lo fuera para por lo menos darle la razón a estos sucesos, pero aunque no soy un santo, tampoco soy un demonio. Vea, a mi familia la perdí por enfermedades, peleas entre ellos, no conmigo, y sobre todo envidia. Todavía no entiendo cómo la familia puede ser lo más cercano a un grupo lleno de avaricia y odio cuando se supone debería de ser todo lo contrario. Si me preguntan, creo que es el hecho de no poder separarnos lo que lo hace tan difícil, pues nadie puede decir: ese es mi ex tío o mi ex padre el que me abandonó, no, familia solo hay una. 

Bueno y la familia que si escogemos, los amigos, a esos los perdí sin darme cuenta, uno a uno el tiempo se los fue llevando; a unos con otros amigos, a otros con otras parejas y a otros con otros trabajos. No me considero un mal amigo y si me preguntan a todos los aprecio profundamente, pero el día en el que firmé los papeles de mi divorcio al salir de esa sala, llena de vidrios y abogados en trajes y tacones, saqué mi celular con la esperanza de llamar algún un amigo y expresar todo esto que llevaba dentro; para encontrarme de frente con la cruda verdad de que llevaba meses sin hablar con ellos, ya que siempre que les escribía respondían tajantes, ocupados y con cosas más importantes que hacer.

Ni hablar del resto, mis rutinas, mi trabajo y mi relación se fueron al abismo cuando mi esposa me engañó con mi mejor amigo, quien también era mi socio. Quizás es muy mala suerte toda junta, créanme lo sé, a qué tipo le pasa todo esto al tiempo, pero no fue todo al tiempo fue en un periodo de cinco años aproximadamente donde lo perdí todo. Mis amigos que si prevalecieron me decían: Fernando fresco, uno siempre puede empezar de ceros, hacer nuevos amigos, conseguir otra pareja, otra casa y mil cosas más, pero hombre ni que mi vida fuera una película de Hollywood donde me mudo a una ciudad nueva y a los cinco minutos encuentro al amor de mi vida. 

Al final de la mudanza lo entendí todo, crecer es eso, crecer es aprender a perder. Es un camino largo en donde todo lo que ganes nunca está seguro en tus manos y tú solo sigues con el ánimo de nunca más perder o cambias tanto que solo queda el ánimo de renunciar y ya está. Y precisamente, esto último fue lo que hice al final, renuncié a todo lo que tenía para poder empezar de verdad de ceros, renuncié a mi pasado, a mis amigos, a mis penas y a mis alegrías; todo para terminar en esta celda de cuatro paredes ¡carajo! creo que este plan no lo pensé muy bien. 

Sí, como dice la canción, les hablo desde la prisión y no, esta vez no fue mala suerte, esta vez sí fue mi culpa. Después de perderlo todo y como no tenía más que perder terminé trabajando en un casino, los números son mi pasión y ya estaba cansado del mundo empresarial, así que bueno, con uno que otro contacto terminé trabajando con los grandes en Shangai y algunos Australianos. Creí tener buena suerte así que decidí hacerle un favor a los Australianos, pero en camino a Sydney la policía fue lo suficientemente astuta para no dejarme ir sin hacerme algunas peguntas y chequeo extra, así que como siempre pude confirmar que la vida es ese juego en el que no hay forma de ganar, solo queda perder.

Comentarios

  1. No te imaginas la emoción que me dio ver la notificación de que habías escrito una nueva historia, y de nuevo, aplausos, ¡me encanta tu narrativa!

    Felicitaciones Sandra, te envío un fuerte abrazo, y te dejo mi número, me gustaría volver a charlar contigo, 3057322526. Éxitos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Gio, muchísimas gracias por leerme después de tanto tiempo :).

      Eliminar

Publicar un comentario