Jugando escondidas con el niño dios

Hace dos años acepté el trabajo de interprete para un documental holandés, con el cual buscaban mostrar la situación de pobreza de algunas personas en nuestro país y recolectar dinero para poderlos ayudar. La idea era humana y es de esos trabajos que emociona con el solo hecho de poder ser parte. Recuerdo haberme levantado muy temprano ya que iríamos a diferentes casas el mismo día.


La primera casa que visitamos estaba ubicada en un barrio del Sur de Bogotá, "-por favor, sigan, es algo estrecho, pero por favor, están en su casa-." Nos recibe *Andrea,* a la entrada de un pasillo en el cual ha de pasar nada más que una persona adulta. En las paredes, colgados están varios nombres en letra timoteo hechos de madera, flores y cajas artesanales, todo en madera. Seguimos subiendo por las escaleras, la presentadora, el camarógrafo y yo. El segundo piso resulta ser amplio, con un comedor, un baño y tres cuartos. El cuarto más pequeño es el de ella, nos invita a pasar y en la cama una niña y su hermano juegan con algunos colores y un cuaderno. El espacio era estrecho y debo aceptar que no cupimos todos en el cuarto, la cámara tuvo que quedarse en la puerta y yo me quede en un rincón interpretando.Luego de hacer las tomas en la habitación Andrea nos pide que los niños no salgan en la siguiente entrevista, ella no quiere que ellos escuchen la historia y más porque el niño, que es el más grande, entiende mejor las cosas. 


Andrea prende la televisión y les deja ver "muñequitos" mientras nosotros acomodamos el comedor. Oriunda del norte de Santander huyó de su marido a un pueblo de Antioquia con sus dos hijos en donde ya llevaba viviendo tres años. En la navidad del año 2014 Andrea no hayaba cómo mantenerlos y con la época de los regalos encima sentía bastante presión al no poder darles el mejor regalo; dada la preocupación terminó compartiendo sus pensamientos con uno de los muchachos de la zona, que para la época era guerrillero. Le llamaban El primo y él, como 'buen samaritano', le ofreció a Andrea un ‘trabajito’ de esos que sólo civiles pueden camuflar. Él necesitaba pasar inadvertido por el reten militar municiones, droga y algunos enseres, según El primo era sencillo: una mujer con dos niños no levantaba sospechas y con ese favor ella tendría doscientos mil pesos así de fácil. "-Me dio unas semanas para pensarlo, pero con el tiempo se volvió más intenso y quería una respuesta inmediata, tanto así que puso hombres alrededor de mi casa sólo para asegurar que no me le fuera a torcer-". Andrea explica que si los militares le llegaban a encontrar vínculos con la guerrilla, sus hijos quedarían huérfanos y ella con un sentido de culpa enorme, aunque sabía que no era algo que nadie hubiese hecho antes. Al final, estaba arriesgando mucho por poco.

La noche del 24 de Diciembre El primo golpeó la puerta tan fuerte que Andrea pensó que le tumbaba la casa, "-Andrea, lamento informarle que ya no es cuestión de elección. Necesitamos que pase la mercancía y si se niega, los culicagados pagan las consecuencias- dijo El primo apuntando pistola al niño mayor-". Andrea explica como la angustia y el miedo la invadieron por completo, así que solo vio una salida. Esa noche con solo una muda de ropa, unos pañales y unos teteros le dice al niño mayor que van a jugar a las escondidas con el niño dios, que no se preocupe, que todo va a estar bien, pero que debe hacer mucho silencio y hacerle mucho caso. Los hombres de El primo todavía rodean la casa, así que Andrea no puede salir por la puerta principal. En vez de eso sale por la puerta del patio, acercándose la madrugada; escucha juegos pirotécnicos y borrachos por doquier. Con los ahorros que había conseguido para comprar algo en navidad, compra los tiquetes de bus a Bogotá. Llegan en medio del frío sin conocer la ciudad y con hambre. Andrea llora al tener que contar cómo su hijo no entiende por qué tiene que jugar a las escondidas con el niño dios para navidad y por qué no pudo traer ni su juguete favorito, se siente afortunada al saber que su hija menor, al ser tan pequeña, no recordará lo ocurrido. Al final, quizás lo mejor no es no tener esa experiencia contigo, sino generaciones por venir que no han de jugar nunca más a las escondidas con el niño dios. 


*Andrea: este no es su nombre real.





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